Si las malas palabras no hay que enseñarlas, ni decirlas y, menos aun escribirlas, ¿para que están en los diccionarios? Los autores, los editores, ¿no se dan cuenta de la tentación a la que exponen a la gente? Es como dejar un bebe sentado enfrente de un enchufe.Entre observar la bonita pared sin peligro y meter el dedo en el citado enchufe, es seguro que el bebe optara por lo segundo.